Desde que era chico, recuerdo pasar las horas enteras contemplando aviones, si no me equivoco, incluso, las primeras fotos que hice con mi primera cámara, una Brownie Fiesta de Kodak, la hice a unos aviones en el restaurante Wings del Aeropuerto de la Ciudad de México, uno que estaba justo en los hangares, ahí junto a los aviones o avionetas privadas.
Recuerdo subirme al tinaco de la azotea de mi casa y contemplar el paso de los aviones por largas y muy tranquilas horas. Ahora sólo lo hago cada 16 de septiembre, tomo mi cámara y en cuanto escucho los motores de los viejos aviones de caza mexicano, subo corriendo las escaleras metálicas de caracol, idénticas a las de mi infancia, dos pisos arriba y les empiezo a disparar, así, cada año…

















