
Ese día, como cada año, era especial, único. Todos teníamos nuestras tareas asignadas, algunos desde varios días antes, semanas quizás. Yo iba por los refrescos desde temprano, así que me tocaba lavar envases de Coca Cola y de Orange Crush de vidrio y que vacíos, pesaban igual o mas que llenos, siempre estaban empolvados ya que los arrumbábamos en el patio trasero de la casa, abajo de los calentadores y de cientos de ramas de los árboles del jardín del vecino, que eran los encargados de proporcionar las otoñales hojas que tapaban las coladeras de la azotea y que me tocaba barrer cada época de lluvias, pero esa es otra historia. Así que con los envases limpios y en uno de esos incómodos carritos de alambre que se plegaban iba a la tienda de Melito, en la esquina de Vieyra, en donde vivíamos y no recuerdo cual otra, a dos…